El progresivo envejecimiento de la población obliga a los disímiles grupos que componen la sociedad, a que con mayor dinamismo y premura se tomen alternativas y se ejecuten acciones que preparen a la humanidad para la longevidad, motivo más que suficiente para que se asuma desde el trabajo social, una posición transformadora y participativa potenciando la atención integral del adulto mayor, sin dejar a un lado su sexualidad, para lograr su bienestar y su calidad de vida.