Según refiere E. M. Cioran, razonar implica distanciarse de la felicidad: saber es sinónimo de desdicha. La historia se inaugura con el conocimiento; conocer es atentar contra la anónima e idílica ignorancia. Desde los inicios del andar humano, el saber y la felicidad son incompatibles; situados en las antípodas, se excluyen mutuamente. El conocimiento es un callejón sin salida, puesto que llevó al derrumbe del paraíso.