Los relatos que siguen han de leerse independientemente de consideraciones sobre cualquier forma preceptiva, porque aquellos andan por su propio pie o son llevados como en parihuelas de otras célebres historias, o son fruto de pura imaginación; pero ayuda saber quién las inspiró y a entender por qué escogieron el camino que escogieron, el porqué de su dramatismo a veces, por qué sortearon caminos más llevaderos y desenlaces más amables. Sólo pueden entenderse por qué son así y no de otra manera a partir de la comprensión de un punto de vista: el punto de vista de un radical, el de mi abuelo Berto, de alguien que se decía de sí mismo que era idealista pero no utópico porque, como él decía, el idealismo es la palanca saludable para la creatividad pero el utopismo es la pala que cava su tumba. Y digo esto a pesar de ¿o precisamente por¿ que mi abuelo sostuvo siempre la primacía de lo real, de lo material, de los hechos, de la verdad, sobre cualquier forma de perspectiva, que es siempre interesada, sesgada, falsaria, que da lugar, como él decía: ¿a ese mal septentrional que deviene en un complejo de inferioridad que es la supremacía, es decir, en racismo y xenofobiä.