La Grecia clásica produjo una simbiosis sagrada entre la filosofía y el deporte que alumbraría el ideal olímpico. Pero con la decadencia helénica los Juegos comenzaron a convertirse en una fiesta profana que terminó obviando su significado en la sociedad romana; y el Emperador Teodosio decretó su abolición en el año 392. En el transcurso de la Edad Media la virtud del héroe griego se transformó, bajo el influjo del cristianismo, en los valores del caballero y de los santos. De los días de la surgieron los juegos como formas pacíficas para la preparación de la guerra. En el Renacimiento la burguesía desarrolló su propia cultura lúdico-caballeresca que paulatinamente fue borrando las diferencias con la aristocracia. Así los clubes británicos del siglo XVIII originaron los deportes, y la sociedad moderna, que extendieron en la primera globalización. Posteriormente, el Barón de Coubertain recuperó el ideal olímpico para impulsar la paz universal, la democracia, la justicia social, la igualdad, el respeto al contrincante Pero con las nuevas religiones políticas del siglo XX el deporte alcanzaría un nivel de manipulación política único en la historia.