La II República no fue la Arcadia feliz que algunos preconizan, sino una época turbulenta de la historia de España que merece un análisis más sosegado que el propiciado por el debate político actual, marcado por intereses partidistas. El golpe de Estado de julio de 1936, llevado a cabo por un grupo de generales, puso fin a una situación política y social en la que predominaba el desorden y la inseguridad ciudadana. La responsabilidad no es achacable en exclusiva ni a la derecha ni a la izquierda. El debate político en aquellos años estaba marcado por los totalitarismos que provenían, por un lado, del auge del nazismo en Alemania y del fascismo en Italia y, por el otro, de la dictadura de los soviets en Rusia y los demás países de la URSS. Que la Constitución de 1931, redactada por una mayoría de izquierdas en el Congreso, no tuviese en cuenta a la otra mitad de la población e intentase desterrar a la Iglesia Católica de la sociedad española constituyó un error tremebundo que desató la violencia en las calles. Asimismo, las fuerzas reaccionarias conspiraron desde el primer momento en contra del sistema democrático. La Guerra Civil española de 1936/39 aparece así como un fracaso colectivo, que merece una severa autocrítica de todos los agentes intervinientes: partidos de derecha, de izquierdas y de la propia Iglesia, que tampoco estaba preparada para aceptar un régimen de libertades y democrático
Hinweis: Dieser Artikel kann nur an eine deutsche Lieferadresse ausgeliefert werden.
Hinweis: Dieser Artikel kann nur an eine deutsche Lieferadresse ausgeliefert werden.