El educador de sí mismo, el autodidacta, debe tomar la responsabilidad de su propio aprendizaje, sin el cual toda perspectiva de formación continua será sentida por él como una coacción externa, suplementaria, mera prolongación de su dependencia infantil. Incluso la forma de aprendizaje debe ser establecida desde un principio entre el que se educa y el profesor si se quiere que actualmente los niños, jóvenes y adultos en formación, participen plenamente en la marcha de su propia evolución, del progreso científico y tecnológico y, de la misma sociedad.