Los recuerdos de algunos viajes por el ferrocarril durante la infancia, o la recreación familiar de un abuelo materno que trabajó como telegrafista en varias estaciones ferroviarias de San Luis Potosí, son elementos que pueden explicar, en parte, un interés emotivo por el tema rielero; sin embargo, hay más razones.La primera, surge de considerar al ferrocarril como un elemento trascendente en el pasado de México y del mundo, sobre todo en cuanto a los procesos de desarrollo del capitalismo y la industrialización, a partir de analizarlo como una de las partes más importantes de los procesos históricos que se ocuparon de la aplicación del capital a la tecnología del transporte local y regional, tanto de insumos y mercancías como de personas.La segunda, que nace de una confrontación a lo lejos, y desde nuestro presente, donde el ferrocarril representa un testimonio material de la civilización y la modernidad, manifiesto en el discurso y en la acción del Estado y de la sociedad. Y la última, que se origina por la observación de los productos culturales antes y después del desarrollo ferrocarrilero; entre ellos la arquitectura y el entorno construido desde la rusticidad a la modernidad.