La productividad es relevante para cualquier país porque es uno de los factores determinantes del crecimiento de largo plazo. No obstante, el énfasis en el aumento de productividad de trabajo ha sido visto como una herramienta para mejorar la competitividad y no como fuente de mayor disponibilidad del producto per cápita. En México, después de un amplio y relativamente exitoso periodo de la industrialización por sustitución de importaciones, a partir de 1982 se inició un proceso de liberalización comercial y financiera acompañado de amplias reformas económicas neoliberales e institucionales, que fue seguido de una rápida expansión de las exportaciones manufactureras. Sin embargo, esta estrategia económica ha sido incapaz de resolver el dilema de cómo asegurar el crecimiento sostenido de largo plazo; además, su adopción segó el largo proceso de transformación social; pues, el funcionamiento de los mecanismos del libre mercado para la utilización de los recursos productivos ha minado los componentes organizacionales e institucionales que permiten el desarrollo de los recursos productivos.