Un dilema entonces. ¿Es perjudicial el progreso o sólo el progreso desenfrenado? ¿El sexo desenfrenado de los hombres hace el progreso lento y seguro para la humanidad? ¿El sexo lento y seguro hace del progreso una carrera desenfrenada? Vaya usted a saber... Se puede comprobar que mientras más austero es un gobernante, científico o artista en su vida sexual más se fija en el progreso y viceversa. Dicen que Newton no la vio pasar, no se dio ni contra la pared, no se comió una rosca; pero por otra parte puso más leyes que un juez, y hasta presidente del banco fue e inventó esas ranuras que tienen las monedas en el borde, por si no lo sabían. ¿No son esas pequeñas hendiduras, prueba de un delirio peligroso? El sexo es oculto, mortífero y húmedo. Lo de mortífero está más que claro, porque uno se puede morir sólo si ha nacido. Si nos basamos en la moral cristiana, ni hablar: el sexo es un tigre hambriento. Y la ciencia, que vive en hipócrita concordancia con esa ética, corrobora que el sexo es un invento de los primeros microbios. Nada bueno puede haber ahí; sin embargo, como bien dice alguien, el mundo está hecho por la soberbia de los mal cogidos. Tendríamos entonces planteado un razonamiento que diría así El sexo -o por lo menos su necesidad- es progreso y el progreso es perjudicial. El mundo está jodido, hoy no sabemos qué ingrediente quitar de la consciencia humana para mejorarlo. Si es como subrayan, que muchas veces el desarrollo de una teoría científica se ha basado en una especulación primaria y errónea, podemos concluir entonces que varios avances se han debido a la oportuna rectificación de los implicados. Eso duele. Pero, amigos míos, tal vez para que el mundo mejore no nos quede más que renunciar al sexo, la otra variante, el desenfreno... ya no hay para todos.
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