Como un peregrino que va en movimiento, que camina junto a muchos hombres y mujeres, mirando al horizonte y al cielo inmenso, he escrito mis sentimientos y percepciones, mis miradas y mis sueños. En este sendero, cada persona brilla con luces coloridas propias y cada una va cantando una hermosa melodía, y, al oírlas todas juntas, resuenan como una potentísima oración, en medio del desierto de la postmodernidad. Me conoce bien el que me movió a escribir este libro y a El dedico esta obra. Agradezco a mis musas cotidianas, Sary, Sarita, Pía y Paz, por ser lo que son, mujeres de amor puro y concentrado, pozos y géiseres de mi inspiración. Doy un abrazo a todos los amigos y amigas lectores, que caminan conmigo hacia el eterno Sol, bebiendo el agua de la esperanza. Miguel Ángel Herrera Parra