En Argentina, la trama de la protesta social es una referencia constante de la vida política. Desde la década de 1990 se observan cambios importantes en las formas que asume, en correspondencia con las transformaciones que tuvieron lugar en las condiciones de estructuración de las clases sociales subalternas. El alto desempleo y el empleo ocasional y precario pusieron en el centro de la escena a desocupados y beneficiarios de planes estatales de 'ayuda', secundados por una multiplicidad de sujetos portadores de demandas heterogéneas (trabajadores privados, empleados públicos , pequeños y medianos propietarios urbanos y rurales, vecinos, estudiantes, etc.) e instituciones con reclamos ligados a la corrupción, la acción policial, la violación de los derechos humanos y la violencia. Ciertamente es abundante la literatura acerca de las cada vez más frecuentes protestas pero poca atención se presta a la interacción entre ellas y el espacio en el que se realizan. Sin embargo, el espacio (material y simbólico) está íntimamente relacionado con las experiencias sociales y políticas en tanto producto y productor de las mismas.