Las personas que viven en chabolas pertenecen a clases socioeconómicas bajas y han emigrado a la ciudad con la esperanza de encontrar mejores medios de subsistencia. Al carecer de educación, cualificación y experiencia laboral, no tienen elección en el competitivo mercado de trabajo y optan por empleos mal pagados, como peones de la construcción, empleados domésticos, trabajadores eventuales en fábricas y pequeños comercios. Con sus escasos ingresos, se ven obligados a vivir en barrios marginales en las condiciones más insalubres y antihigiénicas, y llevan su existencia con lo estrictamente necesario. Incluso si disponen de algo de dinero, no lo invierten en la mejora de la vivienda, debido a su carácter temporal o a la ocupación ilegal de los terrenos públicos y la amenaza constante de desalojo. Por lo tanto, las viviendas de los chabolistas son de ínfima calidad. Las malas condiciones de las viviendas, el hacinamiento, la falta de saneamiento, los riesgos laborales, las rivalidades y enfrentamientos entre grupos, las condiciones de estrés, junto con la falta de espacios abiertos para el recreo de los niños, etc., son perjudiciales para la salud de los habitantes de los suburbios. Hay tres grupos de factores perjudiciales para la salud de los pobres urbanos.
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