Este es el patético retrato de la situación que se desprende de las palabras de Fred Sai (1989), ex presidente de la "International Planned Parenthood Foundation". La evidencia muestra que la maternidad puede ser más segura para todas las mujeres si se elimina la indiferencia en la creación de la salud materna y la atención obstétrica y las desigualdades en su disponibilidad. Las tasas inaceptablemente elevadas de mortalidad y morbilidad materna en la mayoría de los países en desarrollo de todo el mundo son motivo de gran preocupación. La vida de una mujer, a partir del nacimiento "como niña", transcurre por un camino pedregoso en algunos de los grupos de población rurales, pobres y desfavorecidos, y se desarrolla hasta la adolescencia en un crecimiento deficiente, con aportaciones insuficientes a la educación, la nutrición y las habilidades de empoderamiento. El resultado es que la adolescente contrae matrimonio prematuro antes de alcanzar su pleno potencial de crecimiento o bien se queda pronto embarazada en la adolescencia. Este ciclo se repite. Hay que considerar el problema como una catástrofe sin paliativos que afecta a no menos de 15 millones de mujeres en edad reproductiva en un año, de las cuales más de 0,5 millones mueren realmente.
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