La familia como grupo primario ha cambiado por diversos factores: sociales, económicos, culturales, violencia, pobreza extrema, falta de educación y salud mental. La monoparentalidad se concebía como una disfunción familiar al compararse con el prototipo de la familia nuclear en nuestra sociedad. Sin embargo, investigaciones previas y la desarrollada en este texto invitan a replantear el papel de la mujer, vista desde la maternidad como el ideal a alcanzar. Actualmente la mujer asume responsabilidades fuera de casa en el ejercicio de un empleo que apoye la economía de la familia y/o ante la ausencia del cónyuge. Esto repercute en la relación que establece con sus hijos, en la vinculación afectiva y formas de crianza utilizadas para la educación y desarrollo individual. No se descarta que esto tiene repercusiones como factores de riesgo de conductas inadecuadas en los hijos o de factores de protección en el caso del maltrato familiar. La flexibilidad de los roles parentales es necesaria para hacer frente a las nuevas demandas de la sociedad y familia en países pobres como México.
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