Sufrimos un proceso de deterioro constante de nuestras relaciones, dentro de la familia se ha producido un quiebre que desconoce la existencia y la importancia de las personas que nos rodean. Se han igualado las funciones de sus miembros, cayendo en una anarquía familiar, social, laboral, tampoco existe la conciencia del otro, y por ende, de la nosidad. Esta realidad plantea un problema grave, la falta de pertenencia al grupo familiar y, como proyección, a los otros grupos sociales. Las relaciones se enmarcan en el egoísmo, los individuos se hallan centrados en sí mismos, casi siempre en un estado infantil, a lo sumo adolescente, que no les permite asumir el reconocimiento y la comprensión del otro. Son evidentes los espacios y los síntomas de la incomunicación, lo esencial es acceder a los lenguajes y a los recursos que harán factible una interacción consciente.
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