El multilingüismo es la norma en nuestros días, y está en auge el aprendizaje del kiswahili. Es lugar común que el kiswahili y el español son mundos apartes, y es posible que al subrayar tanto las diferencias inherentes en las lenguas, se dificulte el aprendizaje. Es importante valorar las semejanzas, y el hecho de que en esencia todas las lenguas humanas son iguales y sirven las mismas funciones. Si se da la política lingüística adecuada, cualquier lengua puede alzarse al rango de internacional. La autora contrasta el kiswahili con el español, especialmente respecto a la expresión de ruego, mandato y deseo. La conclusión intriga y sorprende: a pesar de las diferencias existentes que son mínimas, el kiswahili y el español son muy similares. Es más, comparten un léxico, curiosamente derivado del árabe, y la fonología del kiswahili y la española son casi idénticas. O sea que es posible y no tan difícil aprender el kiswahili. El libro ofrece un estímulo nuevo en el enfoque a la enseñanza de lenguas, el aprecio de la variedad, y por eso es una herramienta útil para profesores de lengua, la investigación de lingüística contrastiva, y quien se interese en el kiswahili.