Cuando el espíritu del Gran Alquimista sopló en la nariz del hombre el aliento de vida, el fuego del Espíritu Creativo llenó el tabernáculo de arcilla. Un dios en embrión, había nacido. Los aspectos prácticos de la alquimia se encuentran en manifestación solamente en aquel que ha desarrollado el poder de efectuar el designio de libertad. El fin del alquimista no es crear uniendo cualquier cosa, sino unir el alma a su esencia inmortal, para que el pacto de vida sea santificado, cuando el precioso regalo de la identidad individual es aceptado. Ahora la identidad del alquimista se encuentra en el mandato "¡Cread!" Y para que pueda obedecer, las ardientes energías de la creación se le dispensan a cada momento. Dios es un Espíritu y como Supremo Alquimista que tiene el poder de producir un cambio en el Universo, puede inducir su pasión por la libertad del alma a cualquier hombre que quiera aceptarla. La suya es la pasión que produce en el hombre el milagro del desarrollo a través del sentido de la realidad. La suya es la pasión que echará del templo a aquellos mercaderes que, literalmente, venden almas en los mercados del mundo. Para resucitar el Espíritu del Alquimista Cósmico, sabemos que nosotros debemos buscar antes de encontrar y que debemos golpear para que la puerta se abra.
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