Los teléfonos móviles, los ordenadores, los láseres médicos, los cultivos resistentes a las enfermedades, los satélites, la biotecnología, las redes de fibra óptica... todas estas tecnologías del siglo XX y muchas otras tienen su origen, al menos en parte, en la investigación científica y de ingeniería. Los nuevos conocimientos no bastan por sí solos para alcanzar grandes objetivos económicos, militares o sociales. Pero gracias a los esfuerzos combinados de las empresas, los gobiernos y las organizaciones académicas y sin ánimo de lucro, los nuevos conocimientos se han convertido en nuevas tecnologías, nuevos medios de producción y nuevas industrias. En este proceso, la investigación en ciencia e ingeniería ha reforzado la seguridad nacional, ha mejorado la salud humana, ha producido una economía más fuerte y ha conducido a un medio ambiente más limpio. La investigación en ciencia e ingeniería será aún más influyente en el siglo XXI de lo que ha sido en el siglo XX. Nadie puede predecir qué tecnologías definirán el próximo siglo. Pero sabemos que la creciente interconexión de los ordenadores en una red global transformará el trabajo, las comunicaciones, el entretenimiento y la educación. Una mayor comprensión de los procesos biológicos ayudará a satisfacer las necesidades de una población mundial en expansión, reduciendo al mismo tiempo el efecto adverso.
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