El sueño en los mamíferos es regulado con bastante precisión, ya que se mantiene una cuota diaria constante por medio de un equilibrio entre su duración y su intensidad, un fenómeno al que se denominó homeostasis del sueño (Landolt, 2008). Una de las medidas de la intensidad del sueño se relaciona con la cantidad de ondas cerebrales delta observadas en el electroencefalograma durante la fase de sueño lento o NMOR (sin movimientos oculares rápidos). Otras variables fisiológicas, como el umbral de activación, la continuidad del sueño, la actividad motora, la frecuencia cardiaca y la actividad respiratoria, también son indicadores útiles para identificar la profundidad del sueño.