La máquina fue adoptada como epicentro de las prácticas artísticas del siglo XX, esta fusión con lo popular creó la ecuación arte=vida; lo corporal se transformó en una manera de reflexionar sobre las repercusiones que la técnica infligía en el cuerpo y su papel en la sociedad. Tras la 2ª GM la corporeidad quedó oculta hasta que ciertos sectores dejaron de aceptar un contenido cultural desideologizado. Llegamos a 1968, año que despertó la conciencia social contra el totalitarismo y que el cuerpo recuperó su categoría. La performance se transformó en el lenguaje más apropiado para representar los nuevos valores consolidándose un concepto de arte sociológico que defendía la integración del cuerpo en el proceso creativo, el Body Art. Sin embargo, ciertos artistas, discrepando con una exploración del cuerpo de raigambre materialista, adoptaron elementos configuradores de la corporeidad tales como vestidos, complementos y objetos de diversa naturaleza. Aquel interés que la vanguardia mostró por la tecnología se había transformado en otra de distinta naturaleza que cumplía las funciones que la máquina adquirió a principios de siglo XX: la de "extensión corporal".