El contexto internacional fue marcando la senda para la adaptación de la legislación interna de distintos países en miras a garantizar la prevención, erradicación y sanción de los delitos cometidos en contexto de violencia de género. Su importancia a nivel mundial estriba en que la comisión de este tipo de delitos tienen como desenlace final -y fatal-, la muerte de una mujer producida por un hombre. El femicidio ¿o feminicidio- es el resultado más extremo de esa manifestación, ya que aparece como epílogo final de una situación violenta, en la que la víctima, por no someterse a los designios del hombre que busca ese resultado, encuentra la muerte como contrapartida. Para que un homicidio sea considerado femicidio, debe existir un plus, que es la presencia de una o varias, situaciones de violencia de género respecto de la mujer víctima. Esta es la característica necesaria para su tipificación. Las estadísticas aportan datos duros, ciertos y concretos que indican un alza de este delito.