Durante siglos, por lo general, se ha obviado en la cultura a la mitad de la población, la mujer, aunque su acción, en gran parte, oculta, ha sido indudable y muy fecunda, como promotora, en gran medida, de vida y armonía, en una historia de conflictos de poder. Ese "genio femenino", tras el feminismo, debe afirmarse -no negarse-, y potenciarse, visibilizándolo e impregnando toda la sociedad, en especial la Universidad, cuna de la civilización, y sin descuidar la familia, que es la célula básica. El genio armonizador, típicamente femenino, debe ser fuente de concordia, no de discordia, y por ello, debe potenciar la complementariedad con el genio masculino, la otra mitad de la población, que no se puede obviar.
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