Nosotros hemos observado y somos de la opinión, que se da este trámite: el alumno llega a clase, se sienta frente la pizarra, entra un maestro, empieza la relación enseñanza-aprendizaje, el alumno representa el concepto aprendizaje, su contrario y complemento es la enseñanza, este concepto está representado por el profesor. Independientemente de la inscripción del alumno y de la paga del profesor, se da en esta relación un contrato tácito, donde uno aprende y el otro enseña; esta relación puede ser automática hasta cierto grado, enajenada, una demanda social, una orden familiar; pero cuando se vuelve autentica, es decir se busca la verdad, ya nadie puede arruinarla o corromperla; pues el tiempo que dure el curso y esta relación, unos tres o cuatro meses, cada una de la partes, se entrega a una relación mágica, donde uno aprende y el otro enseña, independientemente de sus experiencia personales. Entonces, se puede charlar de lo que sea, de lo que prefiera el alumno, de lo que el maestro precisa, de los contenidos del programa, en fin, de lo que depare el ánimo.