Está ampliamente aceptado que lo que los entrenadores hacen en su práctica, y cómo lo hacen, tiende a estar conformado por sus principios y valores personales, atributos que se cree que comprenden sus respectivas filosofías de coaching. También se cree que articular claramente la propia filosofía es un prerrequisito para la buena práctica, ya que proporciona dirección y enfoque en relación con la forma en que uno hace su trabajo de coaching. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento oficial de que la filosofía tiene un impacto directo en el comportamiento, muchos entrenadores no se comprometen adecuadamente con el concepto filosófico y no comprenden realmente su importancia ni su influencia en los problemas prácticos. Parece que no pueden ver cómo la inversión en el proceso de desarrollo y clarificación de una filosofía clara puede tener un impacto en sus problemas diarios en el trabajo.
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