En el siglo XXI, el mundo está atravesando nuevas formas de perturbación, que anuncian transiciones ineludibles y cambios estructurales que repercuten en el futuro económico, social y político de los diferentes países. En un contexto de apertura e integración internacional de la economía, varios países están experimentando continuamente varios cambios y trastornos: aumento de la competencia económica, presión social y política, guerras, etc. Esos cambios están obligando a los responsables de la adopción de decisiones a establecer nuevas lógicas de gobernanza financiera, eficientes y eficaces, tanto para los agentes estatales como para los privados. Estos cambios concretos exigen una reflexión sobre la búsqueda y la exploración de nuevas fuentes de financiación a favor del país para la construcción de una economía equilibrada y equitativa, capaz de asegurar un crecimiento sostenible y el bienestar de las poblaciones.
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