Hay algo milagroso en los versos de Daniel. Una brillantez que recuerda a Rimbaud, una sequedad que evoca a los mejores poemas herméticos de Ungaretti, una frescura capaz de competir con el mejor Lorca. Una poesía que llega a cada lector pura e hiriente, dulce y venenosa, balsámica y triste. Tiene esa fuerza total suya y esa desesperanza._x000D__x000D__x000D_
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