El autor reflexiona sobre las acciones milagrosas de fray Antonio Margil de Jesús, padre franciscano del siglo XVIII, con las que se trató de concienciar a hombres y mujeres para que llevaran una vida de acuerdo a las normas religiosas de la época. Su vida fue ejemplo exaltado del prototipo que se quiso imponer en la gente novohispana (en este caso el estudio se centra en Querétaro). A través de la lectura de ese libro se puede observar que el imaginario social fue orientado por el imaginario religioso, pero no desde las normas del culto que establecía la Iglesia católica, sino desde la re ligión doctrinaria que marcaba el re encuentro con Dios. Un re encuentro siempre marcado por la insatisfacción, que estaba dado previamente por la imitación de una conducta ejemplar que, por un lado, era ensalzada, pero, por otro lado, se advertía que tal práctica social estaba reservada solamente para los elegidos de Dios, los puros, los que había tocado el Señor con su dedo.