En la filosofía epicúrea el estudio de la naturaleza y la ética se hallan estrechamente relacionados. Sus constataciones físicas, y, en especial, la concepción del alma que se deriva de ellas, tienen diversas implicancias en el ámbito práctico. Este trabajo pretende mostrar que estas ramas de la doctrina de Epicuro, convergen y se sustentan mutuamente a causa de que coinciden en un mismo objetivo: la serenidad y la felicidad del individuo. Dicho propósito se enmarca de manera más amplia, en una concepción del saber y de la verdad que caracteriza a la filosofía antigua en general, esto es, el de ser un conocimiento que no se escinde de la espiritualidad, que atañe al ser mismo del sujeto, y a las modificaciones que éste ha de operar en la propia existencia para vivir en sintonía con la Razón universal ( ó ). En este sentido, se afirma -junto a Michel Foucault- que se trata de una concepción del saber que es previa a la entrada de la verdad en el período moderno de su propia historia.