El tema de China, su pensamiento, sus religiones y su cultura ocupa un lugar especial en las investigaciones de G. W. Leibniz. Interesado desde temprano en tan importante civilización, continuó reflexionando sobre este a lo largo de su vida y lo fue vinculando a muchos otros problemas científicos y filosóficos. El intercambio de ideas entre Europa y China sería para Leibniz sumamente provechoso y enriquecería a ambos. Las noticias proporcionadas por los misioneros católicos en China, sobre todo los jesuitas, sirvió a Leibniz para comprender mejor un mundo nuevo, para muchos exótico, para leibniz digno y elevado, aunque idealizara muchos de sus rasgos. En sus últimos meses de vida, Leibniz resumió sus investigaciones en un tratado que se sitúa entre sus obras más representativas. Muchas veces expresó su deseo de visitar ese país fascinante, lo que la edad y la falta de salud le impidieron. No se limita a ofrecer novedosas valoraciones sobre China sino que se muestra como un enemigo de cualquier tipo de discriminación, y opina que Europa puede y deber aprender mucho sobre el imperio chino, de su moral y su organización social
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