El gas lacrimógeno es un arma química cada vez más utilizada por la policía para dispersar a los manifestantes durante las operaciones antidisturbios. Tiene propiedades específicas que provocan rápidamente una incapacitación temporal de corta duración. Esta arma se caracteriza falsamente por su baja toxicidad y la reversibilidad de sus efectos, ya que puede causar daños a los sujetos expuestos, lo que da lugar a denuncias ante los tribunales. Estas denuncias plantean graves problemas a los peritos médicos que deben probar la exposición, establecer el nexo causal y evaluar las consecuencias médico-legales. El reconocimiento del nexo causal entre la exposición a los gases lacrimógenos y las secuelas constatadas se basa en la verificación de los criterios de imputabilidad. La verificación de estos criterios resulta a veces difícil debido al estado previo de la víctima, la calidad del certificado médico inicial, la simulación de las víctimas y la determinación de las secuelas en pacientes de edad avanzada.
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