La urbanización afecta directamente a la cantidad y calidad del agua debido a la construcción de infraestructuras urbanas y a los cambios en el paisaje y en las redes de transporte de la escorrentía. La urbanización transforma zonas naturales como bosques y praderas en superficies impermeables, como carreteras, tejados y aparcamientos. El aumento del porcentaje de superficies impermeables conlleva un incremento del volumen de escorrentía, mientras que diversas actividades antropogénicas producen una serie de contaminantes como nutrientes, sólidos y materia orgánica, que se acumulan en las superficies de captación. Como resultado, las características hidrológicas y de calidad del agua se ven afectadas de forma significativa. La gestión de las aguas pluviales urbanas puede tener que centrarse en la recogida localizada, el tratamiento, la reutilización y la recarga de las aguas subterráneas (en lugar de en la recogida y conducción de las aguas pluviales más allá de los límites/fronteras urbanas), pero sin provocar inundaciones urbanas ni la contaminación de los recursos hídricos subterráneos urbanos. En consecuencia, es necesario un enfoque holístico centrado en la tan necesaria estrategia de recogida, tratamiento, reutilización y recarga de las aguas pluviales dentro de los límites urbanos de forma descentralizada.
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