Costa Rica se encuentra en un fuerte proceso de realineamiento partidario con la conclusión de una era prolongada del presidencialismo unificado. La fragmentación de las fuerzas parlamentarias en un sistema que históricamente fue bipartidista, ha dado como resultado un modelo de interlocución basado en múltiples bloqueos político-institucionales. Ante éste escenario, las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo en los grandes temas de la agenda nacional se perciben complejos y conflictivos, pero ¿desde cuándo ha sido fácil gobernar? y ¿desde cuándo el derecho a disentir desde las reglas de juego ha sido una amenaza para la democracia? ¿será acaso que nuestro sistema presidencialista requiere permearse de una cultura de negociación pluripartidaria? Esta reflexión se ha entrañado en identificar las posibles rutas y sendos posibles de tránsito en un laberinto que no sabemos si posee salida alguna, cuando quizás lo que habría que considerar es la validez de la existencia de dicho laberinto ¿Será acaso que la democracia costarricense requiere incursionar en un serio debate de reforma sobre su sistema político? ¿Podrá nuestra democracia avanzar hacia un presidencialismo atenuado?