Una ola de acciones terroristas azota a México: crímenes, asaltos, secuestros, siniestros, agre-sión contra refugiados en la frontera sur; expulsión de indocumentados en el norte del país; enfrentamientos entre narcos; corrupción de funcionarios; rumores de devaluación del peso; diatribas contra el presidente y una bomba molotov estalla en el Palacio Nacional. "Es una desdichada convergencia de adversidades", exclaman algunos columnistas y, agregan: "…su lógica política no tiene autor comprobable, pero sus consecuencias demoledoras apuntan sólo en una dirección: la desestabilización en marcha del régimen político de México". Aterrorizado, el Gobierno de la República no responde con una movilización popular para sofocar la ofensiva, sino con un simple enunciado: "fuerzas extrañas intentan desestabilizar a México". Sorprendido por la ligereza oficial, regreso a páginas anteriores de los diarios y revistas en busca de una nota y descubro que el periodista Manuel Buendía advierte en Excélsior (18 de mayo de 1983): "Ciertos hechos indican que en Sonora algo se trama. En el antiguo lenguaje del campo mexicano podría hablarse de un plan ranchero; pero en el caso específico y por atención a las visitas, quizá habría que emplear el término plan country". Se trata de una "Conjura contra México". Según Nicolás Maquíavelo, la "conjura" atraviesa por tres etapas: uno, cuando se trama el complot; dos, cuando se pone en operación el plan de la conspiración y, tres, cuando el adversario responde a la ofensiva. De ahí surge mi idea de investigar, proseguir y escribir sobre la "Conjura de Hermosillo", que -en su tiempo- Buendía comparó con el "Pacto de la Embajada" que derrocó al Presidente Madero y, en su etapa operativa, Cruickshank advirtió: "Se está preparando un Golpe de Estado incruento en México".
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