Gonzalo Fernández de Oviedo y sus obras. Tomo I
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Es curioso ver las obras que Gonzalo Fernández de Oviedo realizó durante su vida, y la verdad es que me tenía muy bien engañado. Sus textos de prosa están en El Cancionero de 1496, pero mi subconsciente los tenía como textos de Juan del Encina. Esto se debe a que en el año 2006 yo no sabía absolutamente nada sobre Fernández de Oviedo. Al igual que su abuelo (Juan Ramírez de Lucena) y que su padre (Juan Ramírez de Lucena), Fernández de Oviedo era un gran servidor de la corona. Debió haber sido un gran jugador del juego de ajedrez y de damas. Estaba metido de lleno en el tema de la ...
Es curioso ver las obras que Gonzalo Fernández de Oviedo realizó durante su vida, y la verdad es que me tenía muy bien engañado. Sus textos de prosa están en El Cancionero de 1496, pero mi subconsciente los tenía como textos de Juan del Encina. Esto se debe a que en el año 2006 yo no sabía absolutamente nada sobre Fernández de Oviedo. Al igual que su abuelo (Juan Ramírez de Lucena) y que su padre (Juan Ramírez de Lucena), Fernández de Oviedo era un gran servidor de la corona. Debió haber sido un gran jugador del juego de ajedrez y de damas. Estaba metido de lleno en el tema de la imprenta y los libros. Además, era amante de los viajes, sabía varios idiomas y por sus conexiones en la corte con distintos sabios fue capaz de tratar cualquier tema con erudición. Es gracioso ver los distintos escritos que los eruditos han dedicado a ciertos personajes, los cuales eran seudónimos de Fernández de Oviedo (porque éste era sumamente prudente y nunca se quiso revelar). De hecho, para dar cierto valor a sus escritos, él solía hablar de sus libros a través de otros. Es divertido ver cómo este personaje hablaba mal del libro Amadís, aun siendo uno de los autores y cuando él en realidad no hizo otra cosa que escribir libros sobre la caballería. Gonzalo Fernández de Oviedo no da la cara con otros libros. Prefería escribir bajo seudónimos para luego venderles los libros a las imprentas. Los eruditos escribían mucho sobre los seudónimos, pero estos se perdían con rapidez debido a que Oviedo prefería seguir despistando a todo el mundo, y la mejor manera para esto era usando más seudónimos.
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