Ser terapeuta es un trabajo hermoso, que me da el privilegio de ponerme en contacto con el dolor y la miseria humana. También con la fuerza, la voluntad, la luz y la capacidad de cambio, que a través del sufrimiento se despierta en los hombres y las mujeres que valientemente deciden ser acompañados para crecer. Esta decisión, cuando es definitiva y están listos para asumirla es un poder indestructible que los lleva al encuentro consigo mismos. Es por esto que pienso que no hay buenos o malos terapeutas, sino pacientes listos para iniciar el camino del cambio.
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