La integración regional es una herramienta no sólo para el desarrollo económico, sino también para mantener la paz y la seguridad internacionales. Por ello, la mayoría de los países del mundo se comprometieron en ella justo después de la segunda guerra mundial, incluida el África occidental. Estos últimos comprendieron la necesidad de pasar a una integración de los pueblos, no sólo de los estados. De ahí que se estableciera la Agenda 2020, pero parece que se ha pasado por alto un elemento clave en la estrategia que muestran sus pilares: no hay forma de integrar eficazmente a los pueblos sin aunar sus culturas. De ahí la pertinencia de adoptar un pilar centrado en ello. Desde el diagnóstico hasta las sugerencias, este libro revela la relevancia de un enfoque cultural para la integración regional en este siglo XXI, especialmente en lo que respecta a la CEDEAO. Sin enturbiar la lengua como vector clave del patrimonio cultural, al tiempo que aporta ideas para cada uno de los procesos de integración regional.
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