La educación hace síntoma. Los signos, harto conocidos, van desde el fracaso y violencia escolar hasta el cuestionamiento a los paradigmas educativos y el desplazamiento de la escuela por los mass-media. En medio de ello encontramos al educador más desorientado y devaluado que nunca, y al propio acto educativo desdibujado por discursos tecnicistas y burocráticos o por la banalización supuestamente "humanista". ¿Qué novedad puede aportar aquí el discurso psicoanalítico? Más allá de los diversos medios auxiliares, estrategias metodológicas y paradigmas conceptuales, el verdadero instrumento del acto educativo es el propio agente y su ser de goce. Si el educador de hoy ha de defender su función original de "pasador" de legados culturales, le será necesario entonces sostener esa dimensión singular de su acto. Para ello, el psicoanálisis apuesta a creer en el síntoma.