Como a todos los perros a Harold le encanta la comida pero Harold es diferente porque no para de imaginarse comida en los lugares más extraños: edificios, coches, buzones de correo, incluso en las bocas de incendios. Cuando Harold se pierde en la gran ciudad le entra un hambre tan terrible que comienza a ver cosas: una madalena gigante, un pavo en un buzón de correos, tostadas sobresaliendo los edificios,... menos mal que al final el hambre de Harold le conduce a lugares conocidos y encuentra el camino a casa y a su... ?desayuno!
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