El punto de vista teórico central de este libro es que Dios tenía un amor especial por la Nación de Israel, y la había elegido desde el principio para Sí mismo, con el fin de manifestarse al mundo entero a través de ellos. Merece la pena reflexionar sobre la llamada de Abram y el establecimiento de su descendencia, junto con diversas experiencias en Canaán, Egipto, su traslado a la Tierra Prometida, la ocupación de la tierra y los posteriores exilios. Más aún, sus experiencias e influencias durante la esclavitud y el cautiverio y su voluntad consciente de adorar a Yahvé a pesar de sus situaciones son bastante encomiables. Es indiscutible que el judaísmo preparó el terreno para que Cristo y el cristianismo surgieran y se esforzaran. Por lo tanto, el libro estipula que los judíos, los griegos y la religión de Israel han contribuido inmensamente al éxito del cristianismo y al esfuerzo socio-ético y filosófico actual.