En el mundo ideal, las parejas se aman y se demuestran su amor. Son mutuamente comprensivos. Se dedican tiempo. Se respetan y velan por los intereses uno del otro. En el mundo ideal... las parejas permanecen unidas a pesar de sus diferencias. En el mundo real, las parejas pueden lastimarse. Fantasean con la idea de encontrar al hombre o mujer de sus sueños y creen que en alguna parte del planeta, su "alma gemela" los está buscando. En el mundo real... las personas engañan. Y cuando un hombre comete adulterio, fuerza a su esposa a peregrinar de la fantasía a la realidad. Cuando apenas es una sospecha, la esposa podrá observar en el horizonte los nubarrones que se aproximan a su matrimonio. Intuye que el dolor se aproxima, y sabe que tarde o temprano se verá entre la ilusión y el desencanto. El golpe del huracán llega cuando todo se descubre, y la intensidad aumenta por los fuertes vientos de las reacciones impulsivas del infiel, que la arrastran con fuerza del temor al pánico. En este punto, la desesperación asfixia y el fantasma del divorcio se materializa. En medio de la intensidad, la mujer entra en un laberinto confuso que exige altos niveles de entendimiento y sentido común, porque cuando se desea dar otra oportunidad, invariablemente la persona oscila entre la pasión y la razón. Ante las nuevas condiciones, la disposición e indisposición al cambio le conduce a la encrucijada final del camino: reconciliación o divorcio. Y como sucede en la vida real, quizá le llegue el momento de encontrarse atrapada entre el odio y la libertad, pero una libertad que no todas desean, el dilema será entonces atravesar los temibles pantanos del odio, o aceptar y amar su nueva circunstancia.
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