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En 2011, Francia fue el primer país europeo con 5,3 millones de empleados en sus filiales en todo el mundo, por delante de Alemania y el Reino Unido. Además, y todavía en 2011, las empresas multinacionales controladas por Francia tenían más de la mitad de su actividad y empleo mundial en el extranjero. Las "ventas al exterior", es decir, las filiales en el extranjero, llegaron a representar 1.400.000 millones de euros en 2011, lo que equivale al 69% del PIB francés. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta deslocalización requiere la aplicación de ciertas normas precisas para ser efectiva. En efecto, cada país tiene sus propias especificidades -política fiscal, entorno social, poder adquisitivo de la población, tradiciones- que la multinacional debe tener en cuenta para alcanzar sus objetivos. Los problemas de gestión y comunicación interna también pueden obstaculizar la expansión de las filiales con sede en el extranjero. Una de las cuestiones más importantes es cómo reforzar la cooperación/identidad de un grupo entre su empresa matriz y sus filiales extranjeras. Esta cuestión es el tema de este libro.