La misión y la Iglesia nacieron por voluntad del Padre que mandó a su Hijo para que los hombres se salvaran. Cristo, para realizar este designio del Padre, nos eligió a nosotros, hombres y mujeres, jóvenes y adolescentes, y nos dio la misión de ser testigos: testigos de la Buena Nueva de salvación. En esa misión el Espíritu Santo está presente y acompaña a los hombres y mujeres de buena voluntad. El Dios Trino y Único hace de la Iglesia una comunidad católica, misionera y universal.
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