El creciente distanciamiento entre médicos y pacientes no sólo se explica por la disparidad de las prácticas lingüísticas utilizadas en sus intercambios. Varios parámetros contextuales pueden constituir un obstáculo para la comunicación interactiva. El contexto hospitalario se caracteriza por un modo de funcionamiento elitista, sin espacio para los profanos. La influencia desproporcionada del rostro, las concepciones divergentes del factor tiempo y la gestión parcial de los turnos de palabra durante el encuentro médico-paciente son manifestaciones concretas que demuestran que el lenguaje no es lo único que entra en juego en el proceso de intercomprensión. Siguiendo la lógica desarrollada en este libro, queda claro que una relación terapéutica edificante presupone una comunión de los modos de expresión, actitudes y representaciones de los actores implicados en la comunicación médico-paciente.
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