Al mismo tiempo que muchos estados musulmanes del M-E y de África, que han decidido efectuar el cambio del rechazo y el odio a la coexistencia pacífica, firmando el Pacto de Abraham y reconciliándose con Israel, con el estímulo estadounidense, en aras de la paz y la prosperidad, el debilitado Occidente en lugar de enfrentarse al islamismo radical, bloquea el camino a la nuclearización y expansión de Irán, reprime a los movimientos islámicos radicales como los restos de Al Qaeda, el ISIS y los talibanes, y destruye a los apoderados de Irán, como Hamás y Hezbolá, para evitar su patrocinio por parte de Rusia y China. El resultado es que incluso los musulmanes moderados, que han renunciado a las anteriores vías duras y agresivas, se están viendo intimidados por los radicales, ante la aparente impotencia de Occidente y su decepcionante cesión. Para ayudar a invertir esta tendencia, o al menos, evitar que se agrave, Israel necesita también cambiar de rumbo y convertir la hasta ahora intratable cuestión palestina, cuya solución no cedió durante el siglo pasado, en un proceso negociable quid-pro-quo que pueda introducir un nuevo elemento de alivio de las tensiones mundiales, mostrando al menos una nueva vía de solución.