Jesús, el buen y verdadero pastor, busca la oveja perdida, se interesa más por los pobres y desvalidos, por aquellos que nada podían aportar al engrandecimiento del reino. Él buscó al hombre que había sido expulsado de la sinagoga y le mostró su gracia y amor. Es por eso que ahora en el capítulo 10 él habla del verdadero pastor. En esta alegoría él se presenta como aquel que realmente está interesado en la salvación del pecador, la restauración del que se había desviado y el alivio del que sufre. El capítulo 10 es una continuación ininterrumpida del 9, en el cual Jesús acusa a estos fariseos infames, gobernantes déspotas e inmisericordes de la religión, de ser falsos pastores, falsos ministros de la Iglesia, ladrones, engañadores, destructores, despiadados, centrados en su propia gloria, ignorantes de las funciones pastorales, centrados en su propio bienestar, faltos de amor, inmisericordes, divisores y expulsores de los pequeños del Señor, enemigos de Cristo, usurpadores de la fe bíblica, explotadores de la religión; quienes aprovechan el espíritu religioso y legalista que todos llevamos dentro para imponer una religión radical, pero lejana del corazón tierno del Señor. Pero a la misma vez, Jesús hace una maravillosa y celestial descripción del verdadero pastor, de la verdadera puerta y del verdadero redil. Este es uno de los capítulos más hermosos de toda la Biblia, en el cual se resalta el carácter tierno, compasivo y misericordioso de Jesús; quien pastorea a las ovejas del verdadero Israel, y es el modelo para todo pastor y ministro del evangelio. Con esta introducción en mente vamos a abordar con entusiasmo y compromiso el estudio de este hermoso capítulo, esperando que la gracia del Señor nos llene de verdadero consuelo al saber que nuestro pastor es Jesús, que el cuidado de nuestras almas está en las manos del Pastor celestial. las ovejas le pertenecen al Padre, el Padre se las ha dado como un don al Hijo, de manera que son un preciado regalo por el cual el Hijo estuvo dispuesto a dar su vida; en consecuencia, no sólo el Hijo se ha comprometido a salvar y guardar para siempre a las ovejas dadas por el Padre en el decreto de predestinación, sino que el mismo Padre se ha comprometido a guardarlas. Es una doble seguridad divina. Muchos acuden a algunos pocos pasajes para llegar a la conclusión de que Jesús no está diciendo lo que está diciendo, es decir, que sus ovejas tienen, desde ya y para siempre, vida eterna, y que están seguros, para siempre, en sus poderosas manos. Algunos prefieren pensar que la salvación del creyente es algo ambiguo, débil y dependiente de la fidelidad y capacidad del creyente para mantenerse aferrados a las manos del Maestro. Pero este, así como una abundancia de pasajes, son claros en afirmar que la fidelidad del creyente, aunque requiere del ejercicio de su responsabilidad, en últimas está garantizada por el fiel Pastor. La salvación es de nuestro Dios, por eso nadie que ha sido salvo se podrá perder jamás.
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