Con la potestad otorgada por el régimen nazi para disponer de la vida y muerte de cuantos prisioneros que caían en las refinadas manos de Joseph Mengele, aprovechó este status para insultar a la Sagrada Ciencia de la Medicina y azotar con sus execrables e inútiles investigaciones al Sagrado Juramento de Hipócrates. Sólo los hechos, en los que el sadismo y el placer ante el dolor ajeno se conjugan en la misma persona, pueden definir a Mengele. Los testigos de sus actos han demostrado sobradamente que Mengele jamás asesinó por placer en el nombre de la ciencia, sino al revés, utilizó a la ciencia como excusa para sacar de su retorcida mente los proyectos más bárbaros e inviables mientras infringía a sus víctimas un dolor que le deleitaba. Sus años como prófugo fueron mayormente tranquilos, amparado por diferentes identidades y alojado en otros tantos países le permitieron evitar la soga de Nuremberg. Nunca pagó por los crímenes cometidos. Su muerte impune deja a decenas de miles de víctimas asfixiadas por el Zyklon-B sin una merecida justicia. Esta es la historia de Joseph Mengele, el "Ángel de la Muerte", el "Carnicero de Auschwitz"
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