Desde que, hacia el 570 a.C., la Acrópolis de Atenas se convirtió en un santuario de Atenea, el entorno de sus templos, poblado de exvotos, fue variando de sentido: hasta la destrucción del año 480 a.C., se mantuvo fiel a su carácter primigenio. Después, durante el siglo V a.C., adquirió una función casi política, a la vez que las obras expuestas, realizadas por Fidias y otros autores, cobraban un carácter conmemorativo. El siglo IV y el III a.C. supusieron un cierto abandono, y fue el nacimiento de la historiografía artística, así como la acción sucesiva de Pérgamo y Roma, los factores que convirtieron el conjunto en un verdadero museo, bien descrito por Pausanias, cuyas obras se contemplaban, admiraban y copiaban.