La felicidad reside en la realización armoniosa de uno mismo, mediante el equilibrio de la personalidad. La armonía se alcanza mediante la práctica de la virtud, que para Aristóteles es el término medio. Los seres humanos están siempre en busca de belleza, fortuna, fama, sueños a menudo imposibles, siempre quieren algo más, asocian la felicidad a la satisfacción de los placeres, consiguiendo sólo insatisfacción. Quieren sentirse plenos, pero sólo consiguen pruebas de carencia. Muchos filósofos y religiosos atribuyen esta búsqueda humana a la búsqueda de Dios. Para Aristóteles, la única forma de adquirir la felicidad (Sumo Bien) es mediante una actividad del alma conforme a la virtud, no una virtud innata, sino una virtud adquirida mediante el hábito cultivado a lo largo de la vida del individuo. De hecho, lo que todos anhelamos es encontrar la felicidad verdadera y absoluta. Es una búsqueda constante.
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