La ciudad "moderna" (representada claramente en las novelas noir) creó múltiples metáforas de la exacerbación, el terror y la exclusión en la literatura latinoamericana. Se instauró como protagonista en innumerables obras, definiendo espacios de relación y construcción de sentido, a través de la configuración de la periferia, de la prostitución, del travestismo y de la diseminación de territorios en islas urbanas. Una propiedad intensificada por el cambio de paradigmas, característica propia de la novela latinoamericana en el siglo XXI, en la que no predominan modelos estéticos ni la búsqueda por la identidad, sino que se delinean singularidades y trivialidades en el tratamiento de la realidad. Los narradores y personajes no se presentan como bardos de denuncias sociales, sino como experimentadores del torbellino urbano en conflicto, impreciso, imprevisible. La ciudad de las novelas noir actuales posibilita la creación de líneas de fuga del sistema a través de la infernalidad y el erotismo, en la medida en que la degradación, el horror y la violencia aumentan y definen relaciones humanas en la contemporaneidad.
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