Actualmente, el cosmos humano se hunde en una profunda crisis de valores, caracterizada por un recrudecimiento infernal de los actos de barbarie y de prácticas políticas y profesionales poco loables. Esta situación evoca la idea del estado de naturaleza y, de hecho, la trágica realidad actual. El estado de naturaleza se manifiesta en los momentos de guerra, en la ola de ilegitimidad política que actúa en el mundo y en el eclipse de las virtudes morales. Estamos realmente en un estado de naturaleza. Y para liberarnos de él, necesitamos llevar a cabo la transfiguración ética del sujeto, es decir, construir una ciudad etic fundada en la sacralidad de los valores y en el carisma de una humanidad verde. Así pues, el futuro del mundo está en el mundo del futuro, el mundo que consagra la gestión ética en las relaciones humanas, en las costumbres políticas, en las rutinas laborales y en nuestra relación con la naturaleza.
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